“La tribu Irmú no podía iniciar ninguna batalla sin conocer a sus enemigos. Era un deber milenario invitarlos a pasar tres días en su aldea, ofrecerles los mejores alimentos, afilar sus armas, aprender su idioma. Si después de los tres días, los irmúes percibían que sus enemigos eran dignos vencedores, se entregaban al mestizaje sin guerra.”
Guerra, Natalia Litvinova