Aprendí a guardar silencio, a caminar sin miedo y a tener nuevos amigos.
Aprendí que decir “te quiero” sin sentirlo es cometer asesinato.
Desaprendí a complacer a todos y aprendí a decir “No”.
Descubrí que existe un placer exquisito al abrazar a alguien como si fuera por primera vez.
Aprendí que más vale vivir el “aquí y el ahora” a vivir en un amargo “a destiempo.”
Aprendí a sentir emoción y recupere mi sentido de asombro.
Desaprendí los viejos paradigmas y desaprendí los estereotipos.
Aprendí a disfrutar la comida y aprecie el valor del agua.
Descubrí que no importan las distancias, hay hermanos del corazón y a esos ni dejándolos de ver una eternidad, se les olvida.
Reaprendí a mirarme en el espejo sin juzgar.
Reaprendí a respetar a mi género y a pedir disculpas si fallo.
A veces debemos recordar el “No hagas lo que no te gustaría que te hicieran.”
Amar mucho, amar libre.
Aprendí a dar la media vuelta y alejarme cuando ya he cumplido mi tarea con esas personas.
Reaprendí a soltar y a llorar poquito. Claro que las ausencias se lloran y se duelen, pero si ya no necesitas en tu andar su compañía, es mejor seguir y viajar ligero.
“Amigo” es una palabra fuerte, no todos son amigos y ahora lo sé.
Aprendí a disfrutar la lejanía de mi familia y de la neblina sobre los montes.
Ahora sé que hay amores de carretera, de terminales y de largas esperas.
En fin, hay tanto en este mundo que ver, que sentir y que prender… espero que también tu lista sea eterna.
Final, La chica de Adamantium