En cuanto a Ana y Francisco creo que están menos enamorados. No hay que tomárselo a mal. Dieron todo lo que tenían, convencidos de que iban a satisfacer así unas confusas reglas eternas del amor, y quizá para demostrar a los amigos y a los que sólo eran conocidos, que en su caso las cosas iban en serio. Y fueron en serio. Siguen yendo en serio, pero ahora son diferentes. Van aún cogidos de la mano, pero es un papel aprendido que tuvo ya sus ovulaciones del público entendido y ahora sólo espera algunas palmas. Los veo tristes, preocupados por aguantar todo lo posible, por sonreír, por enfrentarse con la fatiga, y los quiero por eso.
Saramago
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