Era piadoso como un niño, tanto, que el humor negro no se apoderaba de él, porque entonces era fuerte y corría por el bosque como un animal acorralado; pero si lo traíamos, lo hacíamos mirar aquí en el libro de las plantas secas, podía quedarse sentado todo el día contemplando una planta y luego otra, y muy a menudo las lágrimas le corrían por las mejillas. ¡Dios sabe qué ideas se le ocurrían entonces!
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